San Sebastián ’23

Abrir los ojos

por Javier Rueda

  img_40781Parece ineludible la excusa de utilizar la película de Víctor Erice (Premio Donostia y único premiado en recogerlo esta edición) para escrutar desde su Cerrar los ojos, monumental, imperfecta (cambios de ritmo y tono en sus tres horas), testamentaria y emocionante oda al cine, las recompensas y decepciones que la Sección Oficial de esta 71SSIFF del Zinemaldia nos ofreció. Abrimos pues los ojos a los 17 títulos que competían este año por la Concha de Oro y dejaron una edición con más luces que sombras a juicio de quien firma esta crónica.

El sobresaliente

  Si hubo una obra que aunara complejidad en la imagen y de discurso en la SO esa fue MMXX de Cristi Puiu. El cineasta rumano ofreció una disección de la condición humana a través de cuatro escenas sociales encuadradas bajo el año de la COVID en una sociedad rumana en descomposición, como síntoma también de una Europa ensimismada y a la deriva de ese mal digerido progreso occidental. Un plano inicial de 40 minutos en la consulta de una psicóloga desnuda con hilaridad el egoísmo e individualismo que rige en la sociedad occidental. La magnífica planificación de Puiu hace que la cámara no se mueva de su posición y solo se desplace en función de los movimientos de los personajes en el encuadre. La segunda secuencia en un piso de jóvenes retrata interacciones de aparente intrascendencia y la tercera una conversación entre dos profesionales sanitarios en un descanso. La forma en que estas tres situaciones interaccionan con un cuarto y demoledor segmento policial con el tráfico y prostitución de menores en el fondo, la única pieza escrita por Puiu, manifiesta la conquista de la película para hacer emerger lo cotidiano y anodino en la monstruosidad más escalofriante. La única pega externa a la película fue la dureza con la que una gran parte de la prensa recibió la duración y exigencia de esta propuesta en medio del cansancio de un festival. Nada que tenga que ver con sus imágenes y sí con la condición de quien mira. Una obra mayor, la gema de esta edición.fp_712356_28270

Los notables

  Un valioso quinteto de películas vino a continuación a enriquecer el concurso. La tríada (cuarteto) de directoras de Un viaje en primavera, O Corno y The Royal Hotel y el estupendo dueto de comedias argentinas La práctica y Puan.

  Las directoras taiwanesas Peng Tzu-Hui y Ping-Wen Wang entregaron en Un viaje en primavera una historia crepuscular de un matrimonio solitario en el que la cojera de su protagonista se convertía en metáfora de la cinta y en la que desplegaban un elegante ramillete de recursos de la cámara (hay una escena en una cuesta que anticipa el punto de inflexión de la película filmada con mucha funcionalidad) que las hizo merecedoras del Premio a Mejor Dirección en el Palmarés. Jaione Camborda conquistó la Concha de Oro con O Corno, una película repleta de ideas estimulantes. La escena inicial donde Camborda deja claro cómo filmar el cuerpo de la mujer y desde qué mirada poética narrará esta historia sobre una mujer que debe huir en una época (1971) donde el aborto estaba penalizado y perseguido. Muy satisfactoria la operación de Kitty Green en The Royal Hotel donde a través de los códigos de terror y el thriller hace resonar las temáticas de sexismo y violencia contra las mujeres que protagonizaron su anterior película La asistenta. Cuando el divertimento se conjuga con la mirada crítica.

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  El dueto argentino de comedias proyectó una mirada al caos de la misma sociedad argentina desde el humor y torpeza de sus protagonistas; un profesor universitario de filosofía (Puán) y un instructor de yoga (La práctica). Benjamin Naishtat y María Alché recibieron el premio a mejor Guion por su ácido texto de Puán, y su protagonista Marcelo Subiotto compartió el de Interpretación. Una lástima que la sutileza y minimalismo de Martin Rejtman se fuera de vacío.

Buenas y estimulantes

  La audacia de Kalak, su primera escena espantó a más de uno, escondía un brillante concepto en torno a la película. Los pecados (pederastia) de la vieja Europa los paga el colonialismo (Dinamarca-Groenlandia). El Gran Premio del Jurado a Isabella Eklöf premiaba la mirada crítica de la directora hacia esa masculinidad encallada en Groenlandia del enfermero Jan y su fracaso familiar. Peca de cierta planicie en su núcleo central acumulando situaciones pecaminosas (muertes, accidentes …) pero es una película que termina asestando un golpe letal al espectador en su desenlace. También fue premiada su fotografía. Cristos Knou abandona la Grecia de Apples (2020) por una película de Apple TV (había que hacer el chiste malo). Fingernails es una película de la plataforma que plantea un escenario distópico donde, la idoneidad de las relaciones de pareja se verifica a través de un test que se realiza arrancándose una de las uñas de cada miembro de la dupla. El realizador griego vuelve a mostrar ese humor triste, sí existe el poso gris de la ironía, y muestra detalles de puesta en escena (la escena dentro del coche) nada obvios ni exhibicionistas. La película llega a un punto hacia el último tercio donde deja de crecer en su discurso y se cierra con un final acomodaticio.

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  La última película de este bloque es Un amor de Isabel Coixet, en la que la directora catalana mantiene fidelidad al texto de Sara Mesa en esa rugosidad de la historia de Nat con sus múltiples huidas hacia adelante. Algunos personajes lugareños están escritos de manera demasiado uniforme y reduccionista, pero Coixet consigue que sus actores centrales hagan comprensibles a sus personajes; Laia Costa y Hovik Keuchkerian (Premio mejor Interpretación de Reparto en el palmarés final) brillan en sus roles.

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Naufragios y oquedades

  Ya disculpará el lector la tibieza de este apartado con las películas que “ni fu ni fa”. Noah Pritzker resulta divertido y hasta elegante en su comedia Ex-husband. Resulta muy emocionante para el cinéfilo ver de nuevo a Griffin Dunne y a Rosanna Arquette juntos desde Jo que noche (1985), pero al final resulta tan inofensiva, tampoco ofende más allá de su facilona cuota LGTBIQ+, que se olvida rápidamente. Tampoco consigue Raven Jackson que las ampulosas y afectadas imágenes de All dirt roads taste of salt estén habitadas por una narración coherente o nutritiva. ¿De qué sirve edificar una catedral de imágenes para dejar su interior vacío?

  También había una desconexión entre texto (panfletario y muy obvio) y las imágenes (originales, creativas y llenas de ideas) de El sueño de la sultana. Isabel Herguera busca el preciosismo de unas imágenes de animación cuidadas al detalle, pero lastra su potencial con un texto repetitivo y circular sobre la sororidad y las violencias sistémicas, por muy loables que sean estas cuestiones. Errática, confusa y carente de síntesis era la narración de Kei Chikaura en Great abscence. Una nueva historia sobre demencia en la que el tono (esa escena inicial rodada a lo thriller) no siempre está bien calibrada y las situaciones se repiten (primero se enuncian, luego se ilustran y finalmente los personajes las comentan) en un alargado metraje algo gratuito en su duración.

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Hecatombes

  También será recordada esta edición del festival donostiarra por la decepción del cine francés que acudía con un trío reconocible y reconocido de autores: Joachim Lafosse, Xavier Legrand y Robin Campillo.

  Lafosse. con Un silence, es quizás quien más cerca está de los tres de salvar su narración de una fractura familiar (ese es el núcleo de su filmografía), en la que el padre, abogado, está interviniendo en un caso de pederastia. La película pone en escena la baza del misterio en su primera mitad, en la que el espectador no atisba a entender cuál es el tema que genera tensión en los personajes. La segunda parte, una vez evidenciado el asunto, genera confusión y decisiones erráticas (Lafosse se lo juega todo al rostro de Emmanuelle Devos y esta operación resulta fallida). Campillo (L’Île rouge) ubica en un Madagascar colonial esta historia de memorias familiares en la que el punto de vista cambia constantemente: ¿Es protagonista el padre o el hijo y sus ensoñaciones de comic? ¿O lo es la sociedad malgache con ese final que desplaza el foco y rompe la narración previa? Sin duda, la cinta habría necesitado de mayor precisión. Por último, la (para este crítico) peor película de la competición fue Le Successeur de Xavier Legrand. El director de Custodia compartida (2017) empieza con una escena que busca la tensión (un desfile de modo con ritmo de martillo pilón), y el guion se guarda una monumental sorpresa a la mitad del metraje que Legrand no sabe utilizar en la pantalla. Su protagonista, un diseñador de moda que debe desplazarse a Canadá para enterrar a su padre (las tres películas francesas de SO hablaban de relaciones paternofiliales problemáticas), incurre en decisiones incomprensibles, que convierten el terror en humor involuntario y que concluyen con una inofensiva y cruel escena final.

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TOP 10 del resto de películas no competitivas en SO

  1. El mal no existe, Ryusuke Hamaguchi
  2. Inside the Yellow Cocoon Shell, Thien An Pahn
  3. Fallen leaves, Aki Kaurismäki
  4. Los delincuentes, Rodrigo Moreno
  5. El chico y la garza, Hayao Miyazaki
  6. La isla, Damien Manivel
  7. May December, Todd Haynes
  8. Here, Bas Devos
  9. Clara se pierde en el bosque, Camila Fabbri
  10. Contadores, Irati Gorostidi

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